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Mujeres y el peligro en las calles: una realidad que no podemos ignorar

Caminar por la calle no debería ser un acto de valentía. Sin embargo, para millones de mujeres en todo el mundo, lo es. Ir solas a casa por la noche, tomar un taxi, hacer deporte en espacios abiertos o simplemente moverse con libertad en el espacio público puede convertirse en una experiencia cargada de miedo, tensión y vulnerabilidad.

Una violencia cotidiana pero invisible

El acoso callejero es la forma más visible de esta realidad, pero no la única. Silbidos, comentarios, persecuciones, miradas invasivas o directamente agresiones físicas son parte del día a día para muchas mujeres. Lo más preocupante es que muchas veces estas situaciones se normalizan o se minimizan como «cosas que pasan».

Según datos de la ONU, 7 de cada 10 mujeres han experimentado algún tipo de violencia en espacios públicos. Y lo más alarmante es que una gran parte de estos hechos no se denuncian, ya sea por miedo, por desconfianza en el sistema o por falta de pruebas.

No es miedo, es prevención

Las mujeres aprenden desde pequeñas a tomar precauciones: mandar su ubicación en tiempo real, evitar ciertas calles, cambiar de acera, esconder los auriculares, caminar con las llaves entre los dedos, fingir hablar por teléfono o pedir que las acompañen. Todas estas estrategias no son paranoia, son mecanismos de defensa ante una amenaza real.

Pero la responsabilidad no debería recaer solo en ellas. La seguridad es un derecho, no una carga.

Tecnología y comunidad como herramientas de protección

En los últimos años, han surgido iniciativas tecnológicas y sociales que buscan revertir esta situación. Aplicaciones, dispositivos de alerta, redes de acompañamiento y proyectos educativos son solo algunos ejemplos de cómo se puede actuar para devolverles a las mujeres su libertad de movimiento.

Safira, por ejemplo, nace con ese propósito: ser un aliado real, discreto y eficaz ante el miedo. No se trata solo de prevenir una agresión, sino de acompañar, proteger y devolver la tranquilidad a quienes nunca deberían haberla perdido.

Un cambio que es de todos

La lucha por calles más seguras para las mujeres no es solo un tema de género, es una cuestión de derechos humanos. Hace falta educación, empatía, políticas públicas y voluntad colectiva para construir un entorno en el que todas puedan vivir sin miedo.

Porque todas las mujeres merecen caminar libres.
Porque la seguridad no debería depender de la hora, del lugar ni del género.
Porque el miedo no puede seguir marcando sus pasos.